La reflexión del alumno debe ser el pilar básico para que se convierta en sujeto activo de su proceso de aprendizaje, para desarrollar tanto su autonomía como la competencia de “aprender a aprender”. Debe ser, por tanto, el objetivo principal del portafolio educativo del alumno. Estas reflexiones sobre las evidencias es una de las fases más interesantes y complejas.
Es necesario un cambio de “chip”, puesto que el alumno debe habituarse a ser partícipe y responsable de su aprendizaje.
Evidentemente estas reflexiones necesitan un cierto entrenamiento y para ello el papel del docente es fundamental. Debe conseguirse que el alumno sea consciente de sus puntos fuertes y débiles, que sea capaz de plantear propuestas de mejora, poner interés en las investigaciones, desarrollar su creatividad y el gusto por lo bien hecho, poder aplicar estrategias y modificar las planificaciones.
Recopilar evidencias, productos finales, reflexionar sobre su aprendizaje, ser responsable de la organización y la evaluación continua son elementos que deben enriquecer la relación alumno – profesor. Debe servir de cómo elemento motivador para modificar la metodología y el trabajo de aula.
La fase de reflexión es fundamental para que el alumno sea consciente del grado de adquisición de las competencias, para asumir mayor responsabilidad y autonomía en el proceso de aprendizaje y sea capaz de definir nuevos retos.
Además el uso del portafolio educativo contribuya una mejor proyección personal y académica / laboral de educandos y educadores, para de este modo poder desarrollar el saber ser, saber pensar y saber hacer, comprendiendo que el aprendizaje es para toda la vida. Apoyo que su uso sea una práctica habitual en todas las etapas educativas y también en el mundo laboral.
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